¿La moralidad se encuentra en el cerebro?

En cada ciclo electoral, los votantes evalúan las posiciones morales de los candidatos. El público quiere saber cómo los puntos de vista de un candidato coinciden con los suyos. Algunos temas políticos parecen haberse convertido en sellos distintivos del debate moral, como la investigación con células madre, el aborto y el matrimonio homosexual. Otros temas, como la política exterior y la guerra, pueden parecer más abiertamente políticos, pero también hay fundamentos morales. Por ejemplo, ¿ordenaría un candidato que se bombardeara una ciudad enemiga si su propio hijo estuviera estacionado allí? ¿Considerará el candidato que las personas allí estacionadas pertenecen a alguien? ¿Que cada soldado es el padre o la madre de alguien, el hijo o la hija de alguien, el esposo o la esposa de alguien?

Por un poco de imaginación, entonces, no es demasiado irrazonable imaginarse preguntándole a un candidato si él o ella asfixiarían a un bebé hasta la muerte. Puede parecer abominable plantear tal pregunta, pero expliquemos. Imagina que estamos en guerra y un grupo de personas se esconden de los malos en un sótano. Los malos están arriba, merodeando por la casa en busca de disidentes, cuando el bebé en el sótano comienza a llorar. ¿Se debe asfixiar al bebé hasta la muerte? Si se tranquiliza al bebé, todos los demás del grupo viven. Si el bebé sigue llorando, los malos te encontrarán y todos los demás en el grupo también morirán, incluido el bebé.

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Es posible que puedas entender racionalmente cómo es mejor sacrificar al bebé por el bien del grupo, pero ¿podrías ser tú quien le ponga la mano en la boca? ¿Quieres un presidente que sea capaz de hacerlo? En realidad, es posible que no tengamos tantas opciones en el asunto, si hay que creer a algunos investigadores. Si bien la moralidad ha sido durante mucho tiempo el dominio de los filósofos, teólogos y personas que fuman marihuana, los neurocientíficos se están involucrando en la determinación del bien y el mal. Y según algunos, hay una razón muy simple por la cual los candidatos presidenciales, o cualquier otra persona, responderían preguntas de moralidad de la forma en que lo hacen. Como puedes adivinar por el título de este artículo, todo se reduce a ese órgano vital que a los zombis les encanta comer: el cerebro. ¿Qué sucede dentro del cerebro cuando nos enfrentamos a un dilema moral? Y si la moralidad de todos es diferente, ¿puede el concepto reducirse a un punto en el cerebro?

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