Los investigadores calibran el sensor de la cámara en un cuadricóptero 3DR antes de inspeccionar la tundra ártica en Qikiqtaruk (isla Herschel) en el territorio de Yukón, Canadá. Prensa de la Universidad de Edimburgo/Isla Meyers-Smith
A medida que la Tierra se calienta, las imágenes satelitales envían fuertes indicios del reverdecimiento del Ártico. Pero una señal más ecológica oculta una mayor complejidad. El cambio climático trae una guerra terrestre a la tundra a medida que las plantas compiten por el dominio. En muchas regiones de tundra, los arbustos más altos están invadiendo áreas que alguna vez estuvieron desnudas, o con poca cobertura, de plantas como los líquenes. Comprender el cambio de la vegetación del Ártico es vital para comprender el almacenamiento de carbono y los mecanismos de retroalimentación para ayudar a mejorar los modelos de cambio climático.
Pero revelar detalles granulares es un desafío en un entorno remoto, de difícil acceso y escasamente poblado. Durante décadas, la teledetección ha proporcionado ojos árticos en el cielo, pero con inconvenientes. Los ecologistas se enfrentan al desafío de tratar de extrapolar patrones de escala fina a partir de observaciones satelitales de grano grueso. La investigación emergente sugiere que los drones podrían ayudar a superar los desajustes de escala.
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Gran parte de la evidencia del enverdecimiento del Ártico proviene de datos de satélites que orbitan la Tierra desde la década de 1970. Los datos satelitales proporcionan una resolución de escala gruesa. Los tamaños de píxeles pueden corresponder a áreas tan grandes como 24 millas cuadradas (64 kilómetros cuadrados), explica la ecologista de vegetación Isla Myers-Smith de la Universidad de Edimburgo.
Por el contrario, durante casi dos décadas en Qikiqtaruk, en el territorio canadiense de Yukón, el equipo de investigación de Myers-Smith ha cuantificado el cambio de la vegetación del Ártico en parcelas de un metro cuadrado del tamaño de una mesa de café. Año tras año, su equipo dejó caer 100 alfileres en cada parcela, registrando cada planta, hoja y tallo en contacto con los alfileres. Es un trabajo minucioso. Evaluar cada cuadrado lleva horas.
Pero la tundra es enorme. Solo pequeños fragmentos del Ártico pueden examinarse con tanto detalle. La señal de ecologización general proporcionada por los satélites, el índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI), es inconfundible, pero ¿las plantas están creciendo más? ¿Están invadiendo diferentes plantas? ¿Los cambios son homogéneos? Estas preguntas intrigan a los ecólogos de la tundra que desean saber qué sucede en el suelo.
Es difícil escalar desde parcelas de un metro cuadrado hasta lo que ven los satélites en grandes extensiones espaciales. «Terminas con esa brecha en el medio», dice Andrew Cunliffe, investigador de la Universidad de Exeter en el Reino Unido. Dirigió un estudio reciente que aborda esta brecha, publicado en Environmental Research Letters. En coautoría con Myers-Smith y otros tres, el estudio representa un esfuerzo más amplio para cerrar brechas de escala utilizando drones.

La erosión extrema en el Ártico canadiense ha sido revelada por cámaras montadas en drones en un estudio dirigido por científicos de Edimburgo.
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